Se han cumplido siete
años desde la quiebra del Blackstone el 2 de agosto de 2007, los primeros signos de crisis financiera, y en breve se cumplirán seis años después de la caía de Lehman
Brothers el 15 de septiembre de 2008, fecha “oficial” del inicio de la crisis, y es
hora de hacer una revisión cuando la euforia se vuelve a desatar.
Como ya
señalamos en el 2009 (ver artículo) la crisis financiera de Estados Unidos, no tenía su
fundamento en la crisis de las hipotecas subprime (créditos hipotecarios para
la compra de casas concedidos a personas que no lo podrían devolver, que fueron
empaquetadas con otras de mayor calidad, contaminando todo el sistema, cuando
habían recibido la máxima calificación por las agencias de rating), sino que
ésta era la punta del iceberg de algo más profundo y sistémico.
Desde
los años 80 la sociedad norteamericana ha sufrido una fuerte polarización de
sus rentas, y un aumento de la desigualdad sin parangón, lo que ha dejado la
demanda interna y a su economía, por falta de dinero de las clases populares,
muy tocada sin posibilidad casi de expansión.
Ante
esta circunstancia, las Administraciones relajaron todo tipo de normativa
bancaria (Derogación de la Ley Glass-Steagall el 12 de noviembre de 1999 por la
Financial Services Modernization Act, más conocida como Ley Gramm-Leach-Bliley),
y se llevaron a cabo políticas monetarias expansivas (Ruptura de la
convertibilidad oro del dólar en la Administración Nixon, y las políticas de
rebaja de tipos de interés de Alan Greenspan), dirigidas a complementar la
falta de ingresos, con facilidad crediticia, lo que ha impulsado el nivel de
endeudamiento de la economía a niveles históricos sólo semejantes a los de
1929.
La
madurez del ciclo largo-productivo, está arrojando cada vez menores niveles de
crecimiento de la productividad en sectores reales no financieros.
La
fuerte competencia derivada de la globalización, que está haciendo mella en los
sectores más tradicionales de la economía occidental, con deflación de precios,
salarios y beneficios de las economías desarrolladas.
Y el
dinero fluyó a países emergentes, con gran potencia industrial y bajos costes, cuya
inyección en manada y retirada en manada hacia a otros países emergentes
provocó los problemas financieros de los 90 y los 2000.
En los
países desarrollados el dinero se fue a los sectores financieros o innovadores
(p. ej. El NASDAQ y el crash del 2000) aumentando su exhuberancia, con el apoyo
gubernamental y tributario hacia tal deriva.
Todo lo
anterior provocó el declive industrial de occidente, el desarrollo de la nueva
economía de las telecomunicaciones-información (cuya revolución está por ver si
su evolución se modera o explota), crisis financieras en los países
emergentes, y el efecto más desastroso, una burbuja de activos de toda clase
desde la vivienda, al petróleo, pasando por los productos, activos financieros,
es decir, lo que se ha llamado la
financierización de la economía, creándose una industria-casino propia e
independiente de la labor de financiación de la economía real.
Todos
sabemos lo que ocurrió en los últimos 7 años: una crisis bancaria, caídas en bolsa de los bancos
(algunos hasta la quiebra por balances llenos de activos basura), la liquidez
se seco por la desconfianza entre los propios bancos entre sí a prestarse
(nadie sabía lo que tenían en sus balances, y si eran solventes para
devolverlo), y el crédito se congeló, todas las burbujas comenzaron a explotar
(acciones, derivados, vivienda), y el sector real se desangro por falta de
crédito, con hundimiento de los sectores inflados por las burbujas
(inmobiliario y financiero principalmente), con cierres empresariales por falta
de liquidez y de demanda, despidos, desahucios, la entrada en la espiral depresiva,
crecimiento de los déficit públicos y deudas, y en Europa a consecuencia de lo
anterior, en el 2011 y 2012, crisis de la deuda de varios países, cuyos tipos
de interés de su deuda se dispararon.
Ante
esta situación se adoptaron prácticamente en todos los países occidentes las
medidas siguientes (con Estados Unidos a la cabeza, seguido por Reino Unido, y
siempre, en el mejor de los casos, tarde la Unión Europea):
- Los bancos fueron rescatados con dinero de los gobiernos, que compraron los activos tóxico depositándolos en lo que se llamó bancos malos, y se les inyecto dinero público en Estados Unidos, a cambio de un 5% anual el 1er año y 9% el 2º año. A esos bancos no se les pidieron contrapartidas como intervenir en la dirección de los mismos, o que dedicaran esas inyecciones a prestar a negocios y hogares.
- No se reinstauró la Ley Glass-Steagall, para separar la banca ordinaria de la banca especulativa, sólo se implementaron mecanismos de monitorización de las entidades financieras y sus riesgos, los conocidos stress-test, y se exigieron mayores requerimientos de capitalización de los bancos en base al perfil de riesgo y la calificación del riego de esos activos. Es decir, agencias gubernamentales emiten una opinión sobre la solvencia de los bancos, y esos activos calificados por agencias de rating determinan los requerimientos de capital de estas entidades.
- Las agencias de rating no han sido objeto de legislación que desvincule sus posibles conflictos de intereses entre el pagador del informe de calificación y la empresa calificada, y persiste el riesgo del conocido, yo pago, yo mando.
- Se calcula que sólo un 10% del dinero que se dedicó al rescate bancario se dedico a rescatar a familias y a planes de infraestructuras para reactivar la economía. En Estados Unidos se implementaron subsidios de desempleo adicionales, y se crearon leyes como los de la 2ª oportunidad para evitar los desahucios.
- Los bancos centrales adoptaron dos tipos de medidas destinadas a inyectar liquidez al sistema:
- Convencionales: rebajaron los tipos de interés a mínimos históricos.
- No convencionales:
- Abrieron líneas de liquidez extraordinarias a los bancos
- Abrieron líneas de liquidez extraordinarios a estados de la UE para evitar la suspensión de pagos, o ayudar a la compra de activos tóxicos.
- Compra de activos financieros públicos y privados.
- Los déficit públicos se dejaron libres. En la UE una vez superado el crash (2011) se implementaron políticas de austeridad y de recorte del gasto público.
En
conclusión, los ciudadanos y los bancos centrales rescataron el sistema
financiero, sin apenas embridar o exigir responsabilidades al mismo, y la
ciudadanía se ve en general desasistida.
Las causas profundas de las crisis siguen ahí, pasemos a verlo.
Las desigualdades en Estados Unidos se han incrementado:
El endeudamiento de economía norteamericana, tras una pequeña bajada sigue subiendo:
El crecimiento del precio de la vivienda vuelve crecer como en los primeros tiempos de la burbuja:
Los precios del petróleo están a niveles precrisis:
La productividad de la economía norteamericana crece a unos niveles muy bajos históricamente:
El sistema financiero tiene la misma dimensión que antes de la crisis. Veamos el nivel de derivados financieros (sistemas de cobertura para los cambios del mercado que se utilizan como apuestas financieras):
El Dow Jones Industrial está en máximos, 2000 puntos por encima de los máximos pre-crisis:
El PER-Shiller o CAPE, que es número de años de beneficio de las empresas que contiene el precio de cotización, está en máximos, a valores pre-crisis:
Y veamos históricamente lo que sucede cuando se superan esos valores 25 años:
El balance de la Reserva Federal de Estados Unidos se ha multiplicado por cuatro, lo cual quiere decir, la cantidad de dinero que se ha puesto en circulación es 4 veces superior a la de antes de la crisis:
Como conclusión de lo que hemos visto, vemos que las ingentes cantidades de dinero público, y del banco central americano, ha servido para re-inflar el sistema financiero, hinchar la burbuja (inestable per se), los ciudadanos viven en una sociedad más pobre y desigual, y deberán pagar la cuenta de los rescates en forma de impuestos para pagar el aumento de la deuda pública.
Si algo
dejó claro la crisis, es que todo valor es susceptible de bajar, y que lo más
difícil en economía es determinar el valor razonable de nada, y menos aún de las
apuestas de casino con forma de títulos valores.
No se ha
considerado esta crisis como una crisis sistémica que demandara un cambio radical
en las políticas económicas de los últimos 30 años (mayor igualdad de rentas, poner la economía real en el centro de la economía, y embridar el sistema financiero), sino que se ha considerado sólo como una crisis
bancaria basada en malas prácticas, que una vez que se tapa el agujero, se
puede seguir con el juego.
Considero
que este es un error de análisis que pronto o tarde pagaremos, y ahora andamos
por la alambre casi sin red, porque los niveles de endeudamiento público y los
niveles de los balances de los bancos centrales, ya no darían para volver a
rescatar el sistema.
Conducir
con las luces cortas es muy malo, no ves si viene una curva peligrosa, y más
cuando has querido olvidar voluntariamente que estás en una carretera de
montaña, y la euforia postraumática y ese olvido te lleva a apretar el
acelerador.
Este es
el grado de euforia y temeridad que se observa, por bastantes economistas independientes,
en la dirección y análisis económico actual.
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