domingo, 9 de marzo de 2014

Globalización, y 100 años después de la Primera Guerra Mundial



En unos meses se producirá el centenario aniversario del inicio de la Primera Guerra Mundial (también llamada la Gran Guerra) iniciada el 28 de julio de 1914 y finalizada el 11 de noviembre de 1918, que involucró a todas las grandes potencias del mundo, que se alinearon en dos bandos enfrentados: por un lado, los Aliados de la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia), y por otro, las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría, e Italia) de la Triple Alianza.

En el transcurso del conflicto fueron movilizados más de 70 millones de militares, incluidos 60 millones de europeos, lo que lo convierte en una de las mayores guerras de la Historia. 

Murieron más de 9 millones de combatientes, muchos a causa de los avances tecnológicos de la industria armamentística (ametralladoras, tanques, obuses, y gases), e hizo estragos en una infantería que fue dirigida por generales de la época del fusil y caballería, donde los batallones de infantería atacaban en formación, a golpe de tambor y entonando canciones patrióticas, bayoneta en ristre, y eran exterminados por lo que llamaron "las trituradoras de carne" (ametralladoras).



La causa política de esta guerra fue los conflictos derivados del nacionalismo y del imperialismo. Del nacionalismo como forma de pensamiento político de autoafirmación de la condición superior de un pueblo frente al resto, y del Imperialismo, como expresión de la necesidad de ampliar las fronteras y territorios de la nación, como camino y prueba de la supremacía.

Los lugares de fricción entre las potencias fueron África, y Yugoslavia, en el caso de África donde se encuentras grandes fuentes de materias primas, y en el caso de Yugoslavia, donde se daba un crisol de culturas de las dos partes enfrentadas, así como las fronteras entre Alemania y Francia, que ya había dado lugar a la guerra Franco-Prusiana de 1870, por la que Alemania se unificó bajo un solo país y se anexionó Alsacia-Lorena, un territorio francés fronterizo entre ambos países, rico en carbón y hierro.

Hasta aquí hemos vistos las causas inmediatas y políticas de la Gran Guerra, pero las causas son más lejanas, profundas, y tienen un fuerte componente económico.


Se ha hablado muy poco de lo que se llamó la Larga Depresión que se produjo a inicios de los años setenta del siglo XIX. Es definida por los historiadores como la primera gran crisis económica y sistémica del mundo surgido tras la primera Revolución Industrial.


"La depresión de 1873 marca el fin del período de supremacía económica británica y del liberalismo, de la expansión basada en el algodón, el carbón, la siderurgia y el ferrocarril. La “fábrica del mundo” parece agotarse y otros países toman el relevo. La industrialización tuvo una faceta internacional de integración de mercados y división internacional del trabajo. El gran momento del librecambio –entre las décadas de 1850 a 1870- fue efímero, pero dejo una profunda huella en las economías y en las mentes de los europeos.

La depresión de 1873 fue fruto de una profunda crisis industrial y también agraria. Agotado el empuje del primer ciclo industrializador –el del algodón, el vapor y el ferrocarril-, eran muchos los países que en Europa y fuera de ella se habían incorporado, mejor o peor, a la nueva economía industrial. La producción había crecido tanto que en algunos sectores se crean situaciones de exceso de oferta. La agricultura europea sufre en muchos países la competencia de productos (cereales, lana) más baratos que llegan desde Ultramar, a bordo de transportes cada vez más  baratos. La difusión de las doctrinas y políticas librecambistas habían permitido –junto con el mecanismo del patrón oro- un crecimiento sin precedentes del comercio internacional; pero la especialización internacional, que hasta entonces era vista como una bendición, comenzará a considerarse una trampa cuando amenace con arruinar a los agricultores o industriales de uno u otro país.

La salida de la crisis marcará  la historia posterior. Para muchos países la respuesta fue el proteccionismo y unas políticas casi autárquicas, que buscaban el autoabastecimiento industrial del país, mediante la sustitución de importaciones por industrias nacionales fuertemente protegidas mediante aranceles elevados. Estas políticas primaban industrias poco competitivas,  pero  demostraron muy eficaces para defender los intereses de los sectores industriales nacionales que no eran competitivos en un mercado internacional.

El descubrimiento y difusión de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo), nuevas técnicas (motores eléctricos, radio), nuevos sectores industriales (química y electricidad) o nuevas formas de organización de la industria (cárteles o “trust”) permitieron a algunos países salir de la crisis en mejores condiciones.  

El imperialismo –la expansión económica y militar de Europa en otros continentes- será otra de las vías para tratar de superar la crisis. En todo caso, cuando la gran depresión comenzó a remitir hacia la década de 1890, la economía mundial había cambiado sustancialmente."


"El pánico de 1873 o crisis económica de 1873, es el nombre con el que se conoce a una ola de pánico económico desencadenada en Estados Unidos por la quiebra de la entidad bancaria de Filadelfia, Jay Cooke and Company el 18 de septiembre de 1873, junto a la previa caída de la Bolsa de Viena el 9 de mayo de 1873. Fue una de la serie de crisis económicas que azotaron la vida económica de la última parte del siglo XIX y principios del XX. Supuso el inicio de una dura depresión económica de alcance global, conocida como la "Depresión larga" (Long Depression), que perduró hasta el año 1879, simultáneamente a la Segunda Revolución Industrial. Es la primera de las grandes depresiones o crisis sistémicas del capitalismo.
En mayo de 1873, llega la crisis a Europa, cuando los europeos asimilan la invasión comercial americana de cereales baratos. La competencia americana minó los precios de la colza para iluminación, la harina y la carne. Al tambalearse los bancos continentales, los bancos británicos retuvieron su capital. La bolsa se desplomó en septiembre, cerrando cientos de bancos en los tres años siguientes. El pánico siguió durante más de cuatro años en EEUU y cerca de seis en Europa."

Las consecuencias según la misma fuente:
  • "La agricultura europea sufre en muchos países la competencia de productos (cereales, lana) más baratos que llegan desde Ultramar, a bordo de transportes cada vez más baratos.
  • Marca el fin del período de supremacía económica británica y del liberalismo, de la expansión basada en el algodón, el carbón, la siderurgia y el ferrocarril.
  • El descubrimiento y difusión de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo), nuevas técnicas (motores de combustión, dinamos eléctricas, radio), nuevos sectores industriales (química y electricidad) o nuevas formas de organización de la industria (cárteles o trust) permitieron a algunos países salir de la crisis en mejores condiciones e iniciar una Segunda Revolución Industrial. 
  • El imperialismo -la expansión económica y militar de Europa en otros continentes- será otra de las vías para tratar de superar la crisis.
  • Se quiebra el monopolio industrial inglés al aparecer otros países industrializados que compiten en el mercado internacional.
  • El mercado se satura por la superproducción y caen los precios de los productos industriales, provocando deflación.
  • Surgimiento de Estados Unidos como potencia económica.
  • La abundancia de máquinas hace caer el coste del trabajo humano. Se agudizan los conflictos sociales y se desarrolla fuertemente el sindicalismo ante los frecuentes abusos patronales: largas jornadas, trabajo infantil y femenino, condiciones insalubres y paro. El auge del sindicalismo corrige el desequilibrio social del capitalismo y facilita el desarrollo de la Segunda Revolución Industrial.
  • El gran momento del librecambio –entre las décadas de 1850 a 1870- fue efímero, Esta crisis es una crisis del mercado, que hasta entonces no estaba regulado, y surge el Proteccionismo. Vuelven los privilegios y los monopolios."

Como vemos las consecuencias de esta profunda crisis fueron un cambio extremo desde el liberalismo económico sin aranceles en los intercambios internacionales (llamada por muchos autores económicos como la primera globalización, y provocó una grave crisis mundial de bajada de precios de los productos, sobreproducción, deflación, paro, y crisis financiera en los países desarrollados), hacia un proteccionismo nacionalista para defender las economía interna de los distintos países, y a una carrera de expansión territorial por las materias primas.

Esta competencia internacional económica abierta, sin reglas, junto con unas economías enfocadas más a la exportación que a la mejora del bienestar interno, desembocó en una catástrofe económica, y las respuestas estuvieron a la altura nefasta de la catástrofe: el nacionalismo, y el imperialismo.

Esta antecedente nos debe poner en guardia ante los hechos que estamos viendo en los tiempos actuales: fricciones graves en materia económica entre China-Rusia-Emergentes-USA-UE-Japón, entre los países centrales de la UE y la periferia, auge de los nacionalismos, conflictos internacionales como los de Yugoslavia, Irak, y Ucrania, y el no contado desembarco económico de China en África.

Una competencia internacional en el ámbito económico, sin reglas, y una economía dirigida casi en exclusiva hacia la competencia internacional de las exportaciones, más que al bienestar interno de la población, sin unos parámetros mínimos de exigencia en los intercambios internacionales (derechos laborales mínimos, derechos y libertades democráticas mínimas), nos llevará a crisis económicas graves y continuas, a una depauperación generalizada, y a la postre a un encanallamiento de las relaciones internacionales, que pueden derivar en nacionalismos, y potencialmente en conflictos armados.

Tengamos mucho cuidado en adoptar posturas extremas como el liberalismo a ultranza o el proteccionismo a ultranza, la historia ha demostrado que son causa de graves catástrofes económicas y humanas, y ambas son la cara de la misma moneda (acción-reacción).

Sobre estas posturas extremas del neoliberalismo económico, y de los nacionalismos, se deben de imponer mecanismos de cooperación económica, de restablecimiento de normas mínimas, que favorezcan una competencia leal y ordenada, y el desarrollo de postulados económicos, que no quieran construir el bienestar propio destruyendo el ajeno, sino de avance hacia el progreso de forma compartida. Esto no es una quimera, ya se puso en marcha en todo el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, y dieron lugar a organismos internacionales de cooperación, aunque hoy peligrosamente desprestigiados y viciados en su finalidad, como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, o iniciativas como el Plan Marsall para reconstruir Europa, y a la creación del estado de bienestar.

Este antecedente histórico debe ser una luz de alerta ante los tan cacareados beneficios de la globalización sin reglas presente, que ya convive con graves desequilibrios económicos internacionales, con una muy grave crisis económica, y con la generalizada depauperación de las clases medias y obreras de occidente, nacionalismos crecientes, por no hablar de las cada vez más evidentes fricciones diplomáticas.

El mejor homenaje que se puede hacer a los muertos en la Primera Guerra Mundial no son los actos conmemorativos, es aprender de los errores de entonces.

La Primera Guerra Mundial empezó en los despachos de aduanas, y acabó en las trincheras. 

La Primera Guerra Mundial  junto con un nuevo desastre económico en 1929, son la causa de la Segunda Guerra Mundial, que volvió a poner sobre la conciencia de la humanidad otros 70 millones de muertos.

Hoy, las enseñanzas de entonces, si se analiza fríamente la realidad, se están disipando de la memoria colectiva y de nuestros dirigentes. 

El mejor homenaje es luchar contra las fuerzas del olvido.




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