Estamos viendo cómo después de casi 4 años de crisis económica la situación lejos de tener perspectivas de mejora, hay una percepción bastante extendida de que la situación empeorará.
Todos hemos probado alguna vez el meternos en la atracción de feria del laberinto de espejos, con la finalidad de encontrar la salida, dificultándolo las paredes de espejo que crean espejismos respecto de dónde está la salida. Esta es la situación en la que nos encontramos. Estamos dando tumbos por este laberinto, creyendo que estamos cerca de encontrar la salida, transitando por los pasillos en pos de una salida que no es tal, sino un espejismo.
La mejor forma de salir de estos laberintos es fijarse en el suelo y en los ángulos de los espejos. Primero para discernir lo que es la realidad y lo que es un espejo, y segundo para saber la orientación de en qué dirección se encuentra la salida.
Los gobiernos occidentales no han hecho otra cosa que fijarse sólo en los espejos, hasta estrellarse contra el propio espejismo.
Nos dijeron que la reforma laboral iba a crear empleo, los datos están ahí. Nos dijeron que rebajar el nivel de déficit ayudaría al crecimiento económico, y los datos están ahí. Se ha llegado a tocar la antes sacrosanta Constitución y los datos están ahí y llegarán más.
Los gobiernos se enfrentan, no a unas razones económicas determinadas que les deberían de hacer orientar su economía hacia un determinado horizonte, sino que se están enfrentando a un contra-poder, con la necesidad de maximizar beneficios en el más corto plazo, y en alcanzar mayor poder.
Los clásicos de la Ilustración, sobre cuyas teorías se construyeron las democracias modernas, manifestaron que cualquier poder sin control tiende a acrecentar su poder hasta alcanzar el poder absoluto.
No estamos de este modo ante una discusión de razones económicas, estamos ante una lucha de poderes.
Los mercados, o mejor dicho los que se auto-erigen en portavoces de los mismos, han impuesto una reforma en la Constitución, con amplio rechazo social por el contenido y por el método utilizado, y apenas a dos días después de que se aprobara en el Congreso de los Diputados, la prima de riesgo de la deuda española ha subido, y las bolsas siguen cayendo.
Han seguido un nuevo espejismo, mientras ignoran que los mercados de deuda pública se nutren de que el BCE presta a los bancos al 1,5% para que inviertan en deuda pública que renta al 5%, y existen mecanismos muy fuertes a disposición de las manos fuertes para manipular, mediante derivados y apuestas a la baja, estos mercados. Y sólo cuando se ejerce el poder contra ellos (compra del BCE de deuda pública), la situación vuelve a su cauce.
Los mercados de deuda han dejado de ser eficientes puesto que pueden ser manipulados por los grandes inversores, y sólo se puede luchar contra esta manipulación a través de la intervención o mediante la creación de un mercado más amplio que requiera de un poder tan grande que no esté disponible para los inversores y no pueda ser manipulado.
Esta reforma constitucional, no servirá de nada, porque no es una cuestión de razones económicas, o de legalidades, es una cuestión de poder, de poder manejar los mercados para obtener el mayor rendimiento.
En el momento en el que el BCE deje de intervenir en el mercado de deuda, los diferenciales volverán a los niveles anteriores a los de la intervención.
Hay que fijarse de nuevo en el suelo del laberinto, la economía real, el crecimiento y el PIB, y ésta depende del consumo y de la inversión, y la demanda está congelada.
El único agente económico por el nivel de endeudamiento y poder de financiación para revertir la situación, y por su legitimidad democrática, es la Administración Pública.
Mientras los estados no sean capaces de ejercer su poder democrático frente al poder de manipular los mercados, y mientras no se conciencien de que son el único agente con posibilidades de activar la demanda, seguiremos por esta penosa senda, metidos en el laberinto, siguiendo espejos, y chocando una y otra vez con la cruda realidad.
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